La burbuja se ha hinchado hasta el punto de estallar. Esto se podría decir que le ha sucedido al Athletic en apenas unos meses. El mismo equipo y dos realidades distintas en apenas siete meses. De lo que pudo ser un doblete maravilloso al viaje más turbulento que se podía imaginar enrolados en un barco que va zarandeándose hacia la deriva. La victoria del domingo fue balsámica. Sin embargo, ayer el conjunto de Marcelo Bielsa dijo adiós a la Copa del Rey al no poder superar una eliminatoria que jamás debería haber perdido. La realidad es muy dura, San Mamés ya se ha despedido, de forma prematura, de Europa y de la Copa del Rey. Veremos de qué forma se despide el mítico estadio de la liga. Queda muchísimo para poder remontar el vuelo pero lo que no hay que olvidar es que, ahora mismo, el equipo navega sin rumbo establecido.
El fatídico encuentro de ayer en San Mamés no hizo más que sacar a la palestra todos los problemas que sufre este club. Ya no es cuestión de si falla el entrenador o de si no cumplen los jugadores. El virus que nació en el interior de esta entidad durante el verano ha crecido y se ha apoderado de una entidad que no sabe como curarse. No existe la posibilidad de tener un poso de tranquilidad. Cuando parece que la situación se normaliza, vuelve a suceder algo que vuelve a sembrar la incertidumbre, a desatar el caos. Ojalá fuesen solo los resultados, eso siempre se puede levantar. La terrible enfermedad que sufre el Athletic se ha extendido a todos sus estamentos y crece sin control, ha llegado hasta a aquellas partes que jamás podríamos imaginar.
Marcelo Bielsa continúa asumiendo culpas cada vez que los resultados no acompañan y estos argumentos dejan de ser válidos. Ni el año pasado era un dios ni este año es todo lo contrario, pero las decisiones que toma en ciertas ocasiones son dignas de estudio cuanto menos. La última, la decisión de seguir contando con Fernando Llorente, el mayor factor desestabilizador del club, a sabiendas de todo el clima que se ha montado a su alrededor. A pesar de todo esto, sobra decir que los que juegan y tienen la responsabilidad de lo que sucede en el terreno de juego son los jugadores, esos mismos que el curso pasado deleitaron en muchísimos campos de España y Europa y que, este año, parecen no ser ni la sombra de lo que fueron meses atrás. El motivo puede ser desconocido o doloroso, depende de dónde se postule cada uno. Pero la verdad es que lo que más me ha sorprendido y más repulsión me causa es ese sector de la afición que prima el odio en lugar del sentimiento rojiblanco, que prefiere satisfacer su necesidad de increpar antes que apoyar a un equipo que le necesita más que nunca. Se podía esperar cualquier cosa menos esto, jamás la ruptura de la afición, icono y símbolo de este club centenario. San Mamés no se merece ésto en el año de su despedida.
Por todo ello, es necesario tomar decisiones. Puede que no sepamos la receta de la tranquilidad, supongo que cada uno tendrá la suya. Lo que está claro es una cosa: la tontería de Urrutia de mantener a Llorente en un club en el que no quiere estar nos ha costado ya demasiado cara. Debe salir en Enero o quedarse en casa, puesto que, además de no aportar, cierto sector de la grada ha decidido focalizar sus esfuerzos en destruir en lugar de recomponer, muy a mi pesar. Otros cambios también se deben producir, no sé si en los planteamientos, en el factor motivacional o en el mismo banquillo, pero lo cierto es que hay ciertos créditos que comienzan a terminarse. Ahora toca esperar a que los Iraola, Aurtenetxe, Iturraspe, Susaeta, Herrera, Aduriz y compañía levanten esto para calmar los ánimos, por lo menos durante un tiempo. Toca remontar el vuelo en liga, que es lo que queda, para tratar de darle a San Mamés la despedida liguera que se merece. Único objetivo.
El Athletic de Bielsa murió en Bucarest, y murió porque la psicología humana no acepta a corto plazo el infierno mental que supone nadar para ahogarse en la orilla, sobre todo si durante muchísimos años no has conseguido ni visualizarla. Si a la defunción mental le añadimos que sus dos mejores jugadores, -con diferencia- de la plantilla han querido abandonar el barco haciendo más latente -osease, argumentando- que esa orilla será difícil volver a verla y que le gustaría caminar sobre tierra firme en grandes de Europa, se volverá a repetir la historia, millones de veces vista en el deporte, de los ciclos psicológicos de la mentalidad humana en colectividades. Psicologicamente hablando.
ResponderEliminarAh, ¿cuántos partidos memorables hizo el Athletic el año pasado?. Manchester, Gelsenkirchen, Sporting y Barça en San Mamés... y se acabó. Desde el inicio de los tiempos de Bielsa en el Athletic he creído que ha puesto la plantilla a su disposición en vez de ponerse él a la disposición de la plantilla. Y eso, cuando no tienes un equipo grande no suele ser el mejor camino. Deportiva y tácticamente hablando.
Un saludo Gaizka.
No me quedo en partidos memorables ya que, además de los que has citado, que son los que han tenido mayor repercusión mediática, ha habido otros muy buenos y trabajados, vistosa y competitivamente hablando. La cuestión es que es cierto que el año pasado se exprimió al equipo hasta unos límites insospechados. Un equipo entregado a la idea del míster que resultó que gestionó repartiendo poco los minutos en una plantilla de por sí corta. El rendimiento alcanzado no tuvo la recompensa final y eso, obviamente, ha influido y mucho. Bielsa sabía que lo que está pasando ahora podía pasar al igual que sabe que no continuará la próxima temporada en Bilbao.
ResponderEliminarEste año se está pagando ese quiero y no puedo del curso anterior, además de otras tantas cosas que, desde verano, han envenenado el club hasta convertirlo en un polvorín. La receta es tranquilidad, centrarse en lo deportivo, una racha positiva de resultados y creérselo. Es la única manera. Ahora sólo queda la liga, centrados en conseguir buenos resultados trabajando exclusivamente cada partido. Vistos resultados ya se plantearán objetivos. Soy optimista en este sentido.