La balsámica victoria del Athletic el domingo ante el Sevilla llegó, como ya lo hiciera su predecesora, con más sufrimiento del debido. El choque resultó cómodo para los leones hasta que, a quince minutos del final, el arbitro decidió expulsar al talentoso Ander Herrera. En diez minutos, el centrocampista se llevó dos amarillas. La primera por cortar un contraataque y la segunda debido a una mano. Podría juzgarse la rigurosidad del colegiado al mostrarle la segunda amarilla pero, reglamento en mano, la tarjeta es justa. A raíz de este acontecimiento, el conjunto de Bielsa tuvo que sudar sangre para que el Sevilla no igualase el marcador, algo a lo que contribuyó un inspirado Iraizoz que, en esta ocasión, fue premiado por la grada. Los tres puntos se quedaron en casa por fortuna, pero pudo no ser así.
La cuestión es que tres semanas atrás, en el encuentro ante el Valencia en féudo ché, el Athletic manejaba un gran resultado y controlaba el encuentro. Con 1-2 favorable a los bilbainos en el marcador, el 21 rojiblanco se enfada tras una falta de Tino Costa y le atiza una patada sin venir a cuento. Undiano Mallenco le expulsa y los leones terminan perdiendo el partido a costa de un continuo asedio a un equipo con diez jugadores. Tras el partido, el ex-zaragocista calificó su error como "imperdonable" y declaró que no se repetiría. El domingo regresaba al equipo tras dos partidos de sanción y volvió a ser expulsado y, si bien no de forma comparable a lo de Mestalla, volvía a dejar al grupo en inferioridad y poniendo en grave riesgo el trabajo realizado.
Por otro lado quien bien pudo ser expulsado y, posiblemente, debió serlo, es Iker Muniain. Irse a la calle por su incomprensible empujón a Cala hubiera volteado el partido absolutamente. Es cierto que, últimamente, el hábil extremo de la Txantrea no atraviesa su mejor momento futbolístico y puede acusar desesperación, pero no son motivos para este comportamiento. La actitud que lleva tiempo mostrando es algo que merece un severo toque de atención. Se trata de un jugador con experiencia pero, al fin y al cabo, joven que esta llamado a marcar una época en el Athletic pero, para poder llegar a ser un gran profesional, esos detalles deben mejorar considerablemente.
Se trata de jugar con cabeza, de no entrar en provocaciones, de dejar los arrebatos a un lado y competir con serenidad. Controlar el partido y no dejar que sea al contrario. No es de recibo dejarse llevar por las emociones cuando manejas un resultado favorable, desde luego se trata de algo inadmisible. Una actitud negativa puede suponer serios daños al equipo en momentos tanto puntuales (resultados) como globales (imagen) y dañar notablemente la figura y progreso del deportista. No hay duda de que disponemos de grandes profesionales pero, en ocasiones, es necesario un toque de atención.
Fotografía: www.vavel.com
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